Encuentro Feminista del Paraguay 2013. Foto: Luis Vera

5 historias de mujeres rurales imprescindibles de Paraguay

Por Fátima E. Rodríguez

fatirodriguez@gmail.com

El Día Internacional de las Mujeres Rurales se celebra el 15 de octubre de cada año. ¿Qué modelo de desarrollo es el que se busca?  En Paraguay, numerosas mujeres del campo han participado de la lucha histórica por la soberanía alimentaria, por el derecho a la tierra y al territorio, pero sus historias, aunque están ahí, no suelen estar en primera plana.  Aquí, algunas historias que nos ha tocado trabajar en diferentes equipos de trabajo, en diferentes momentos:

1- #CasoCuruguaty: María Dominga Mora, Comadre Sin Tierra

Las fiestas de cumpleaños de Yvy Pytâ (Tierra Roja) y de los pueblos de alrededor quedaron sin pasteles desde que María Dominga Mora no está. En Paraguay, en el corazón de Latinoamérica, las historias de mujeres que luchan por la tierra se narran de boca en boca en guaraní, la única lengua indígena hablada por casi toda la población de un país en América.A sus 48 años, Dominga decidió dejar su casa en Yvy Pytâ e ir al campamento de ocupación que reclamaba las tierras de Marina Kue, en el departamento de Canindeyú, a unos diez kilómetros de distancia. Era enero de 2012.

No necesitó más para convencer a su marido. Roberto la siguió para unirse a los campesinos en lucha. Ambos habían participado anteriormente en otras ocupaciones para reclamar el derecho a la tierra, en un país en el que los grandes territorios agrícolas se concentran en unas pocas manos. Como tantos otros, Roberto y Dominga, pese a vivir trabajando la tierra, carecían de un campo propio para subsistir.Dominga vendió las cosas que pudo vender de la casa. El horno eléctrico en el que cocinaba los pasteles para la comunidad lo llevó a su comadre Tomasa González para que lo guardara en el rancho de su casa, a unos 15 kilómetros. Al campamento de Marina Kue se llevó la cama, las sábanas, un chancho, cinco gallinas, cinco patos, la carpa de nylon que les serviría de techo durante la ocupación y un pequeño machete.Con estos enseres construirían su nuevo hogar en Marina Kue, donde había 64 familias campesinas inscritas como ocupantes. Pero sobre el terreno no había una sola mujer. Ella fue la primera.
En Paraguay, las mujeres no tuvieron derecho a tener ni administrar bienes hasta la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) y la proclamación de una nueva Constitución en 1992. Hasta entonces, si las mujeres de familias ricas heredaban tierras, estas debían estar a nombre de su marido, de sus hijos o de sus hermanos varones.Dominga nunca llegó a tener un pedazo de tierra a su nombre, aunque desde niña supo hacer lo que toca en el campo: desraizar la mandioca, limpiar la tierra con azada, cosechar el maíz, cuidar animales, ordeñar vacas y hasta pescar en ríos, arroyos y riachuelos.Nació un 15 de septiembre de 1963. Apenas existen fotos de cuando era niña: de familia muy humilde, fue una criada en casa de su abuela. Su padre les había abandonado cuando ella era muy pequeña, y su madre volvió a formar otra familia. La pequeña realizaba trabajos en un hogar a cambio de techo y escuela, una forma de explotación infantil que hoy es condenada. Trabajaba mucho desde muy niña. No conoció a todos sus hermanos: sabía que tenía cinco por parte de su madre y otros tantos de parte de su padre, a quien apenas conoció. Cuando cumplió quince años, decidió dejar de ser una criada y huyó con el primer hombre que la conmovió: Roberto Ortega, un agente de policía que tenía entonces veintidós años.Con Roberto intentó tener hijos pronto, pero sus embarazos no progresaban. Primero le nació un bebé muerto. Luego nacería otro pequeño, pero falleció al poco de hepatitis. Tras varios intentos fallidos nació Luciano, el que sería su único hijo, el que le devolvería la alegría que perdió con la muerte de los otros dos.—La imagen de felicidad que recuerdo de ella es de cuando Luciano ponía una música de un grupo llamado Los ídolos de Piribebuy en nuestra radio a pilas. Él la tomaba de la mano y la llevaba a bailar en el patio; luego hacían el movimiento cada vez más rápido, hasta que él le terminaba levantando el cuerpo entero. Ella se reía mucho. Después, Luciano conseguía todo lo que quería de su mamá —cuenta Roberto en guaraní.El viudo de Dominga tiene ahora 62 años y la lágrima fácil. Viste una camisa azul.Leer la historia completa en la Revista 5W AQUÍ

 

 

2- #CasoPuenteKyjhá: María Máxima Segovia y María Esther “Mami” Riveros.

 

María Máxima Segovia sabe que las balas que mataron a su prima María Esther “Mami” Riveros eran para ella. Lo sabe porque los sicarios preguntaron por su nombre. Dos balas en las costillas y otra en el corazón anunciaron en marzo “el primer asesinato de una mujer en la lucha por la tierra” en Paraguay.

María Máxima y Mami fueron inseparables desde la niñez. La muerte de su prima, integrante de la comisión Mujer Paraguay San Juan Poty, fue un mensaje claro para María Máxima: la lucha por esas tierras debía cesar. Pero ella no se deja vencer por el miedo. Veintisiete familias –la mayoría encabezada por mujeres– la apoyan, la guardan y la aguardan en las tierras tomadas en la zona de Puente Kyjhá, departamento de Canindeyú, ubicado a unas seis horas al noreste de la capital paraguaya, en la frontera con Brasil.

Desde su escondite, María Máxima busca vincularse con organizaciones de derechos humanos y de mujeres. Y cuando se siente segura, se reúne con sus compañeras de la comunidad y viaja a Asunción para gestionar los papeles de esas tierras que han costado la vida de su prima. Las demás pelean en el territorio. Ellas construyen un rancho en medio del sojal y avanzan con pequeños cultivos hasta que vienen los tractores, destruyen el rancho y plantan de vuelta la soja. Cuando se van los tractores, ellas vuelven a levantar las casitas.

—Esta lucha es de muchas mujeres: Gloria, Mirian, Ña Lula, Mirna, Mabel, Ña Benita, Ña Celestina, Lilian, Sany, Loli y yo. Íbamos y veníamos a Asunción desde 2012 para gestionar los papeles, revisar los archivos, buscar los documentos. Entre 2014 y 2015 logramos que nos reconozcan como comisión y en la madrugada de verano del 27 de febrero de 2016, un montón de hombres brasileños –lo sabemos porque hablaban en portugués– llegaron encapuchados al campamento e intentaron violar a mis compañeras y quemar las carpas, pero no pudieron con nosotras– cuenta María Máxima

Leer la historia completa en la Revista Bravas AQUÍ

 

3-Teodolina Villalba, la mujer que lidera la Federación Nacional Campesina de Paraguay

Teodolina Villlalba, 42 años. Secretaria General de la Federación Nacional Campesina. De  Yrybucua, departamento de San Pedro, al norte de Paraguay.

De niña, entre febrero y principio de marzo, cosechaba algodón.  “Para ir a la escuela, para nuestro recreo cosechábamos y podíamos comprar nuestros cuadernos gracias al algodón”, recuerda.  “Tengo 11 hermanos. Mi madre ya falleció hace más de 10 años, mi padre vive aún. Y más de cincuenta por ciento de mis hermanos  integran la organización. Nuestro padre siempre fue parte de la Federación Nacional Campesina (FNC),  yo  empecé hace 15 años, siendo ya una adulta, y ahora, hace 6 años que estoy al frente”, cuenta.

Teodolina es la primera que llegó a la secretaría general de esta organización que tiene 28 años de existencia y no fue un regalo. Es madre de un joven de 24 años y su propia  pareja, al principio, le reclamaba por sus ausencias en la casa. Muchas veces eran sus vecinos quienes tenían que ir a su casa a dar de comer a sus cerdos y a sus gallinas.   “… pero hablamos de estas cosas y superamos. Como familia nos instalamos para luchar y superamos todo”, dice.

La organización tenía más de 20 años de lucha, pero ninguna mujer había llegado hasta entonces a ocupar el protagonismo real. “Fue el resultado del debate de trabajo de las compañeras”, dice. Leer la historia completa visiste www.historiasensuszapatos.org  AQUÍ

 

4-  Bernarda Pesoa, primera indígena en dirigir una organización campesina de carácter nacional

“Quieren privatizar nuestra comida” Bernarda es de hablar pausado. Al momento de la nota, en 2014, tenía 33 años y esperaba su quinto hijo. Jamás se imaginó que podría llegar a ser la primera mujer indígena en dirigir la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (Conamuri).

Su historia es de muchas mujeres indígenas: A los once años, fue entregada a una familia de Asunción para trabajar de empleada doméstica. Poco a poco, empezó a averiguar sobre sus derechos y comenzó su acercamiento a organizaciones de mujeres. Del pueblo Toba Qom, Bernarda es líder de la comunidad de Santa Rosa de Cerrito, Villa Hayes.

Su lucha de mujer es que los niños y las niñas ya no salgan de la comunidad. “Existe la trata de persona y también el abuso y el acoso por parte de los patrones”, reflexiona. “Esto es un tema por lo que ya no queremos que los niños y las niñas salgan de la comunidad”, cuenta Bernarda y entiende que para lograr esto, además tiene que juntarse con otras mujeres y luchar por territorio y soberanía alimentaria.

¿Una mujer cacique? El Instituto Nacional del Indígena (INDI) gestiona una personería jurídica que reconoce como “líder” a una persona electa en su comunidad, pero según cuenta Bernarda, el proceso que suele durar un mes, para ella, duró casi dos años.

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5- Cristina Olazar: la filósofa campesina

Cristina Olazar, es una mujer que sintetiza y expresa la sabiduría del campesinado paraguayo y la memoria de los pueblos ancestrales. La dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) la expulsó de sus tierras en 1976. Quemaron sus chacras, su escuelita campesina, sus casitas, su almacén y sus sueños. Eran 29 las familias que vivían en comunidad en San Isidro de Jejuí, al norte de Paraguay, y desde ese momento quedaron sin tierra. Se refugió de manera clandestina junto a los indígenas Paî Tavyterâ en los montes de Amambay, frontera entre Paraguay y Brasil. Comenzó así un viaje de descubrimiento de su propia identidad. Hoy, más de 40 años después de aquel atropello, Cristina recrea su sueño de comunidad en Tekove Rayhu, una granja agroecológica en las afueras de Asunción.

 

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